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Un cristal que no se empaña gracias al dióxido de titanio

Cuando se aplica esta capa en la superficie de un cristal, ya no se produce el clásico efecto de niebla de cualquier cuarto de baño. La explicación para esto es que el recubrimiento interactúa con la luz ultra violeta para romper los aceites que crean las acumulaciones de suciedad. El agua en lugar de acumularse irregularmente por la superficie forma una delgada película que produce un efecto adicional de limpieza.

Algunas de sus ventajas son evidentes: además de conseguir cristales de edificios que se “limpien solos” y necesiten un coste muy inferior al habitual en cuanto a limpieza, se disminuye la cantidad de elementos nocivos que los agentes de limpieza actuales sueltan en la atmósfera.

La capa de dióxido de titanio se puede aplicar sobre todo tipo de superficies: plásticos, papel, fibras sintéticas, goma, cerámica, componentes electrónicos, etc. Gracias a las propiedades foto catalíticas del compuesto, los materiales con los que se cubre obtienen como resultado un efecto anti bactericida bajo la exposición a las radiaciones UV.

Un ejemplo de esta aplicación está en los hospitales. En el estudio que se llevó a cabo con el revestimiento se cubrió con el material un quirófano. Tras un uso normal del mismo, se detecto que los niveles de bacterias en las paredes se redujo a cero, y disminuyó considerablemente las bacterias aeróbicas.

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